6 de mayo de 2007

Carta al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina
sobre la papelera uruguaya y el papelón argentino

Esta carta tiene ya casi dos años de antigüedad. Fue escrita a poco que el conflicto tuviera estado público. Todo lo que en ella se dice mantiene la más completa actualidad, aunque ya no pueda ser dirigida al doctor Rafael Bielsa, sino a su sucesor, el doctor Jorge Taiana. El tiempo transcurrido no ha hecho sino entorpecer aún más las relaciones con el Uruguay, dificultando la profundización del Mercosur y dando argumentos al acercamiento de Montevideo a Washington. La creación de Lord Ponsonby, por artificiosa que haya sido, es hoy uno de los integrantes plenos del Mercosur y el único camino para incorporarlo plenamente a la comunidad suramericana es por la vía del reconocimiento a sus necesidades y la búsqueda común de soluciones.

Buenos Aires, 29 de julio de 2005


Señor
Ministro de Relaciones Exteriores de
la República Argentina
Dr. Rafael Bielsa
Presente


Estimado ministro:

Como Ud. bien sabe, la política exterior de un país no puede estar sujeta a los avatares de una opinión pública perversamente manipulada por el monopolio privado de los medios de comunicación ni a las cambiantes encuestas de opinión en épocas electorales.
Dentro de los grandes lineamientos estratégicos de nuestra política exterior, el Mercosur y los países que lo integran constituyen, y deben constituir, su principal preocupación. Todo lo que afecte la más estrecha, fraterna y solidaria relación con los estados que integran este embrión de unidad suramericana debe ser motivo de intensa preocupación, estricta atención y urgente solución, con la prudencia y la confidencialidad que, en general, ameritan las relaciones internacionales.

El Uruguay, el paisito como lo llaman sus hijos con cariño, no es un país industrial. Diversas razones históricas, que orientales como Alberto Methol Ferré, Washington Reyes Abadie y Carlos Machado nos han hecho ver a los argentinos, lo condenaron a la evanescente riqueza de la renta diferencial, a un empobrecido presente pastoril, sin fábricas que den trabajo a sus laboriosos compatriotas, con inmensas colonias de emigrados económicos que buscan en Australia y Nueva Zelanda el porvenir que no encuentran en su patria.

Resulta verdaderamente doloroso y carente de toda racionalidad que la intención uruguaya de instalar en Fray Bentos una fábrica de papel, como las que ya hay en nuestro país, se haya convertido, para un reducido grupo de ciudadanos argentinos, en una amenaza de la misma magnitud genocida que el bombardeo atómico de Hiroshima. La acción de sedicentes organizaciones ambientalistas, el sensacionalismo ignorante de la prensa comercial, el oportunismo electoralista de algunos políticos argentinos, más la sospecha de intereses que intentarían traer el emprendimiento a la Argentina, han convertido esta cuestión perfectamente secundaria en un problema que amenaza la armonía entre los dos países y, lo que es aún peor, la posibilidad de acordar con el Uruguay políticas comunes en el ámbito del Mercosur. No fue la causa directa del resultado en la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, pero el Uruguay no aceptó la propuesta argentino-brasileña en el medio de este patético enfrentamiento.

Pero resulta aún más preocupante que el ministerio de Relaciones Exteriores no haya sabido ponerse por encima de este cuestionamiento local, apareciendo ante la opinión pública uruguaya como haciéndose eco o apoyando el mismo, dando explicaciones a los vecinos y sometiendo decisiones de política internacional a una asamblea barrial.

Esta situación sólo beneficia a quienes, desde la Argentina, el Uruguay o Washington atentan contra todo intento de romper nuestra balcanización y erigir en el sur del continente un sólido bloque de poder que aúne nuestros estados y nuestros pueblos.

Estimado señor Ministro:

Es imprescindible que se restablezca un sano criterio de interés superior por sobre estos reclamos que, por ingenuidad, ignorancia o perfidia, atentan contra lo que debe ser el más alto objetivo de nuestra Cancillería: la unidad suramericana.

Es necesario dar amplia información y debate sobre estos grandes temas, para contrarrestar, en parte, el poderoso sistema de comunicación que monopolizan los sectores vinculados al gran capital imperialista, que son quienes, en definitiva, imponen la agenda a discutir.

Es preciso restablecer la confianza y la amistad con el gobierno y el pueblo uruguayos en la idea de que nuestra compañía jamás será un obstáculo para su bienestar y desarrollo sino un instrumento esencial a esos objetivos.

La más importante tarea que generación alguna se impuso en este continente es lo que está en juego: convertir nuestras aisladas y débiles naciones en una integrada y fuerte confederación de repúblicas.

Quedo a su disposición

Julio Fernández Baraibar

Secretario de Acción Política del partido Patria y Pueblo