16 de enero de 2016

Nuevamente se acabó la leche de la clemencia

Ni bien supe que la dirigente social jujeña, una muchacha de la calle a la que la lucha social y política, más la acción de una política nacional y popular de parte del Estado Nacional, había convertido en la abanderada de los derechos sociales de los sectores más olvidados e invisibilizados de la sociedad de su provincia, la compañera Milagro Sala, escribí el siguiento post: La detención de Milagro Sala es un punto de quiebre. Comenzó la dictadura blanca y liberal de los ricos sobre los pobres. 1955. 1976. 2016”.
En estas líneas quisiera ampliar este concepto.
El 10 de diciembre asumió el poder político del estado una banda integrada por los representantes y los actores directos de los grandes intereses agrarios, las empresas imperialistas y el capital financiero. En un mes desplegaron su programa político que, aunque conocido, habían intentado ocultar durante la campaña electoral. No quiero extenderme aquí en las medidas económicas desplegadas durante este período, todas ellas redactadas no en la sede del poder político del Estado, sino en los estudios jurídicos, los despachos empresariales y las organizaciones del parasitismo oligárquico. Su orientación y sus efectos son conocidos por el conjunto de la militancia nacional y popular, del peronismo y de las agrupaciones que integran el Frente para la Victoria.
Todo ese paquete de medidas, impuestas sin la participación del Congreso Nacional, de dudosa legitimidad constitucional y en contra no sólo del 49 % que no votó al presidente herniado, han tenido como finalidad demoler el sistema defensivo nacional construido dificultosa y parcialmente por los 12 años de la administración de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Expresan, en las condiciones nacionales e internacionales del siglo XXI el programa económico de la Revolución Libertadora y del Proceso de Reorganización Nacional.
Jujuy ha sido siempre una provincia en donde las clases dominantes, capitaneadas por el omnímodo poder del grupo Blaquier, con mayor evidencia se ha manifestado la naturaleza reaccionaria, racista y esclavista de un importante sector del capitalismo argentino. Jujuy es, posiblemente, una de las provincias cuya composición social más se asemeja a la de Bolivia, con una amplia población, de origen incaico, sometida a condiciones de superexplotación, donde no habían llegado, ya no los beneficios de los derechos sociales obtenidos por el peronismo, sino los derechos ciudadanos establecidos por la Constitución de 1853. En un oceáno poblacional integrado por descendientes directos de los pueblos originarios de la región que, en épocas previas a nuestra Revolución de Mayo, se encontraban sometidos a la institución colonial de la encomienda, los herederos y continuadores de aquellos encomenderos habían invisibilizado a las grandes mayorías que no participaban, ni siquiera, de los derechos fundamentales a la educación, la salud, la vivienda o el trabajo digno. Una minoría blanca, de origen criollo o inmigrante, sometía al conjunto cobrizo de su población. Milagro Sala, una chica de la calle, pudo construir, sobre la base de su inteligencia, su incorruptibilidad y su capacidad de liderazgo y organización, una fuerte estructura social, a la que los gobiernos de Néstor y Cristina dotaron de recursos, capacidad económica e iniciativa. Gracias a ello lograron lo que en ninguna otra provincia de estructura social semejante se había logrado: un sistema de cooperativas que construyó viviendas, fuentes de trabajo productivo, educación, salud y esparcimiento, que convirtió las barriadas humildes, las villas y chabolas de los alrededores de Jujuy en barrios ejemplares, arquitectónica y socialmente, que rápidamente despertaron el odio, el resentimiento y el espíritu de revancha no solo en los sectores oligárquicos jujeños, sino en el propio sistema oligárquico nacional. Los métodos de Milagro Sala eran duros, confrontativos decididos, pero dentro del orden legal y democrático.
Milagro Sala y su organización Tupac Amaru recibió del gobierno nacional un apoyo político y económico sin el cual toda esta tarea hubiera sido casi imposible. Y esto fue, durante todos estos años, un clavo en la suela del zapato de un sistema político y social provincial cuya finalidad era preservar la hegemonía de la minoría blanca o sedicentemente blanca, sobre la inmensa mayoría mestiza, de rasgos y apellidos incaicos. Los restos del viejo sistema encomendero, que terminó con la vida de Martín Miguel de Güemes, convirtieron a Milagro Sala y la Tupac Amaru en el objetivo, primero de su odio y después de su revancha.
El triunfo del encomendero radical Gerardo Morales, merced a los errores y vacilaciones de un peronismo provincial que veía en la organización Tupac Amaru una amenaza a privilegios tradicionales y no un aliado con quien combatir por la transformación de la provincia ha concluído con el quite de la personería jurídica a la organización y, por fin, la detención arbitraria y chantajista de su principal dirigente.
Pero la medida no tiene un efecto circunscripto a la provincia. Con esto, el gobierno clasista de Mauricio Macri inicia su etapa abiertamente represiva. Por primera vez en décadas hay un preso político en la Argentina. Mientras, para dar un caso, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, procesado por enriquecimiento ilícito por millones de dólares con el megacanje de de la Rúa, habla sobre peluches en los nuevos billetes, una de las más decididas dirigentes sociales de la Argentina, es detenida en su propio domicilio por una contravención. El país y, sobre todo, el movimiento popular argentino, el peronismo, vive ya bajo esta amenaza que tiene como finalidad aplastar a sangre y a fuego, repito porque estos años nos han hecho olvidar algunos métodos, a sangre y a fuego, cualquier resistencia extraparlamentaria al saqueo que han comenzado a imponer sobre nuestra economía y riqueza. Mientras tanto, mantienen cerrado el parlamento y gobiernan a puro decreto.
Esto, y no otra cosa, fueron la Revolución Libertadora de 1955 y el Proceso de Reorganización Nacional de 1976: una dictadura clasista, racista, liberal y extranjerizante impuesta por los intereses porteños y sus cómplices provinciales, sobre el país cobrizo, latinoamericano y nacional.
Y detrás de esta barbarie se oculta el intento de dividir una vez más al peronismo, separarlo de sus sectores plebeyos, reducirlo a una coparticipación del saqueo y convertirlo en una alternativa que no cuestiona las bases mismas del sometimiento nacional y el privilegio social. Es posible que a las conducciones locales del peronismo, Milagro Sala les fuera molesta e inoportuna. Pero si no se solidarizan activamente con ella, serán ellos los siguientes en la lista.

Buenos Aires, 16 de enero de 2016