20 de diciembre de 2018

Soplar la Ceniza 50. Soplar la Ceniza

19 de diciembre de 2018

Soplar la Ceniza 49. Francisco en China

13 de noviembre de 2018

La integración suramericana en tiempos difíciles


La entrada en el siglo XXI introdujo definitivamente en la experiencia y el pensamiento doctrinario del peronismo el objetivo estratégico que planteara el general Juan Domingo Perón en la década del '50, con el lanzamiento del “Nuevo ABC” y que, posteriormente, en los '60 sintetizara en la consigna “El siglo XXI nos encontrara unidos o dominados”.


Efectivamente, fue a partir del año 2000, con la paulatina aparición de gobiernos de claro origen popular y definida vocación integradora, que el peronismo, desde el gobierno, se planteó estratégicamente el objetivo de la Patria Grande, de la integración suramericana, en su política de gobierno.
El último antecedente había sido el breve tercer gobierno peronista, entre 1973 y 1974, cuando en condiciones difíciles internacionales, el general Perón desplegó su política latinoamericana. Hasta el encuentro con el dictador Augusto Pinochet, en el aeropuerto de Mendoza, estuvo dictado por su concepción estratégica de integración continental. La visita del presidente panameño Omar Torrijos, la venta de automóviles a la Cuba bloqueada por el imperialismo norteamericano y el dramático viaje al Paraguay -que de alguna manera signó su posterior fallecimiento- fueron los momentos más altos de esa política.
Hay que reconocer que Néstor Kirchner tuvo cierta reticencia, en el principio de su gobierno, a comprometerse con la política latinoamericana. Su ausencia a la reunión de Cusco, Perú, el 7, 8 y 9 de diciembre de 2004, donde se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones, argumentando razones de salud, hizo evidente que el tema no estaba en el centro de sus preocupacion que, por cierto, eran muy acuciantes en el plano interno. Hay coincidencia, en testigos y testimonios, en que fue la gestión personal del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, y las facilidades financieras que le ofreciera al país las razones que comenzaron a comprometer a Kirchner en la cuestión nacional latinoamericana. Este compromiso se hizo evidente y operativo en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, el 4 y 5 de noviembre de 2005, un año después. Vale la pena recordar que dicha Cumbre puso fin al intento norteamericano del ALCA, que hubiera significado la capitulación completa del continente frente a los intereses económicos norteamericanos. El presidente norteamericano George W. Bush y el presidente mexicano Vicente Fox, cabezas de la ofensiva imperialista, fueron los grandes derrotados en dicha reunión. La acción conjunto de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula da Silva, más algunos presidentes centroamericanos como Leonel Fernández de la República Dominicana, terminaron sepultando al ALCA.
A partir de esas históricas jornadas -que, dicho sea de paso, han dejado la sangre en el ojo del imperialismo yanqui y son posiblemente la razón última del odio al llamado “kirchnerismo” expresado por el establishment local y norteamericano- el compromiso, tanto de Néstor, como, posteriormente, de Cristina con la política latinoamericana fue creciente.
No es el objetivo de este artículo hacer un análisis exhaustivo de esa política, pero la creación de la UNASUR y la CELAC, la pérdida de peso específico de la OEA y la incorporación al Mercosur de Venezuela, así como la creación de la Comisión de Defensa de la UNASUR fueron algunos de los puntos más importantes de todo ese período.
A partir de la asunción de Mauricio Macri a la presidencia y en consonancia con su errática, pero coherentemente claudicante, política internacional la cuestión latinoamericana desapareció, no solo de los titulares periodísticos, sino, lo que es mucho más grave, de la agenda política de la oposición. Lo ocurrido en Ecuador, con la capitulación de Lenin Moreno, y en Brasil, con el golpe contra Dilma, la prisión de Lula y el triunfo electoral de Bolsonaro, más las enormes dificultades políticas y económicas por las que atraviesa Venezuela parece que han quitado actualidad a la unidad latinoamericana. No existe en el Justicialismo una comisión de asuntos latinoamericanos, han dejado de aparecer artículos, reflexiones o propuestas en el sentido de la integración y, en el mejor de los casos, lo que aparece es una especie de solidaridad ideológica con los derrotados y el sistema de pensamiento académico progresista de la región. Pero no ha existido ninguna política explícita de replanteo de la cuestión, sobre cómo debe seguir una política de Patria Grande en tiempos de repliegue contrarrevolucionario.
Y eso, estimo, es un error. Evo Morales sigue gobernando exitosamente Bolivia, el único país de la región que ha visto crecer su PBI en los últimos años y vive una pujanza económica y una estabilidad política que parece pasar desapercibida entre nosotros.
De la misma manera, parecería que se ha vuelto vergonzoso preocuparse por el destino de Venezuela y el asedio económico y las provocaciones políticas y militares que dificultan la marcha de su economía, mientras el gobierno de Maduro permanece sólido y estable, enfrentando las permanentes amenazas imperialistas y de una oposición que solo quiere la intervención extranjera.
Creo que es necesario reabrir el debate sobre la necesaria integración continental, sin la cual todo esfuerzo que hagamos aisladamente será en vano. No se ha sabido entender, por ejemplo y en mi humilde opinión, la naturaleza corrosiva de la campaña continental contra la “corrupción” de empresas como Odebrecht o, incluso, Techint, detrás de la cual se movía la mano de las grandes corporaciones norteamericanas dispuestas a aplastar cualquier competencia de las burguesías latinoamericanas, cuya debilidad política e ideológica es innegable, pero cuyos intereses forman parte del gran frente nacional continental.
Es evidente que el gobierno de Macri no tiene la menor idea acerca de estos temas y su visión es la de un capital financiero desterritorializado para el cual los estados nacionales son meros escenarios de su saqueo. Pero el movimiento nacional tampoco ha mostrado una política capaz de comprender y actuar sobre una realidad adversa, en cierto sentido, pero donde la opinión y la acción del peronismo sigue siendo respetada y hasta esperanzadora.
Siempre hemos insistido que la integración continental no puede ser planteada en términos puramente ideológicos, que una integración basada solo en la coincidencia de algunos gobiernos, por importantes que sean, solo puede durar lo que esos gobiernos duren. Frente a un cambio en la situación política de cualquiera de nuestros países, los pujos integradores se dispersan y esterilizan. Fijémosnos lo difícil que le resulta al Reino Unido, después de un plebiscito en el cual la ciudadanía le pide salir de la Unión Europea, cumplimentar ese mandato. Nuestra integración y, obviamente, nuestras políticas integradoras tienen que abocarse a tareas estructurales, económicas, de infraestructura, científicas, técnicas, militares e institucionales que hagan, si no imposible, muy difícil quebrar ese gran acuerdo estratégico, fundador de un nuevo agente en la política internacional.
Solo a modo de ejemplo, hoy Bolivia está clamando por un acuerdo con la Argentina para la extracción e industrialización del litio. Saben los hermanos bolivianos que sin la asociación con nuestro país, los logros que se puedan sacar de tan estratégica reserva serán pocos y difíciles. Ha habido reiteradas señales del gobierno de Evo Morales. Y, sinceramente, ha sido muy modesta la respuesta de nuestra parte, no sólo de Macri, de quien nada podemos esperar, sino de nuestro propio campo.
La bandera de la Patria Grande no es un saludo a la bandera los días de escarapela. Es junto con la Independencia Económica, la Soberanía Política y la Justicia Social, el programa histórico del peronismo.
Buenos Aires 13 de noviembre de 2018

Publicada en la Revista Movimiento

4 de noviembre de 2018

¿Qué pasará con la Argentina después de la reunión del G20?


El viernes pasado -2 de noviembre, Día de los Muertos-, después de algunas entrevistas personales y conversaciones telefónicas, escribí en las redes algunos posteos que, si bien escuetos y bastante poco explícitos, traducían el clima que mis amigos y conocidos de ambientes políticos y empresariales reflejaban.
El primero, en Facebook, afirmaba: En realidad, este gobierno está nada más que para garantizar la reunión del G20. Una vez realizada, que Dios te ayude”.
El segundo, en Twitter, decía:

Con esa información había comenzado una de las conversaciones. El detonante de este estado de ánimo era el papelón cometido por el presidente de la República con su inconsulta y fracasada propuesta, hecha conocer por las redes sociales, de que la final de la Copa Libertadores, en el estadio Monumental de River Plate, se jugase con público del equipo visitante. El primero en reacciónar con estupefacción y profundo desagrado fue, obviamente, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. La eventualidad de hacerse cargo de un enfrentamiento entre barras bravas, con consecuencias impredecibles, ante la impotencia de su Policía Metropolitana, fue un golpe demasiado fuerte. No había sido consultado, ni siquiera avisado de antemano, y el presidente de la Nación, de su propio partido, le entregaba un presente griego en las vísperas de la reunión del G20. Una llamada telefónica a los dirigentes de los clubes puso fin, unas horas después, al ex abrupto de Mauricio Macri. Eran las autoridades de los clubes involucrados quienes se encargaban de hacer evidente el dislate, salvando así el pellejo del Jefe de Gobierno porteño, al evitar una discusión pública con su presidente. Pero lo que no se pudo evitar fue la conclusión política a la que se llegó: la autoridad presidencial ya no regía en la Ciudad Autónoma, un distrito en el que la alianza Cambiemos ganó hace menos de un año por el 50% de los votos.
A eso se le suma el distanciamiento notorio que ha establecido la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, con el gobierno nacional, como consecuencia del gigantesco peso que el ajuste decretado por el FMI hace recaer sobre su distrito. Al parecer -y una visita a Roma estaría atrás de esta decisión- la gobernadora, con la ayuda de su Jefe de Gabinete Federico Salvai y su esposa, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, solo se dedica a intentar paliar los efectos del desastre económico en los sectores social y económicamente más vulnerables de su distrito. Y nada más. Ninguna orden o sugerencia emanada de Olivos o del Palacio de Hacienda de la Nación preocupa a la vecina de la Base Aérea de Morón. Decidida a no ser arrollada por la tempestad que amenaza ese gigantesco páramo en que se ha convertido el conurbano porteño, la ayuda social es su única preocupación.
Sin respuesta en la Ciudad de Buenos Aires, ni en la Provincia de Buenos Aires, la situción del presidente de la República permite preguntarse en qué parte del país gobierna verdaderamente Mauricio Macri.
El tema, casi excluyente, de esas conversaciones del Día de los Muertos, era algo que también publiqué en otro tweet:

Las sociedades, conciente o inconcientemente, no se suicidan, se resisten a desaparecer. No son un pequeño islote en el medio del océano al que un maremoto devora en una oleada voraz e instantánea. Pero la economía, el motor de toda sociedad humana, en nuestro país ha dejado de funcionar. El diario Página 12, en su sección Cash, publica, este domingo 4 de noviembre, un iluminado artículo del periodista económico Claudio Scaletta. Allí podemos leer:
Según muestran los indicadores privados y los encuestadores, la confianza de los consumidores se encuentra en sus mínimos históricos y la paciencia social declina rápidamente junto con la imagen del gobierno. En la segunda mitad del año, la economía pasó del freno a, directamente, una etapa de destrucción de riqueza. Mientras cae el Producto y se deteriora aceleradamente el empleo, con una desocupación que ya llega a los dos dígitos, con cierres de empresas y despidos cotidianos, las verdaderas fuentes de la inflación permanecen intactas.
Es decir, la economía argentina ha dejado de funcionar. Y de esto han tomado conciencia tanto importantes sectores empresariales, que confiaban hasta no hace poco en el gobierno que habían votado, como economistas de formación liberal que descubren que la impericia, la improvisación, la ignorancia y la ausencia total de reflexión patriótica está tirando por el desagüe al agua y y al chico que se pretendía bañar.
Es en este punto donde se rompen todas las fronteras políticas e ideológicas. En el seno del Partido Justicialista funciona, desde hace varios meses, una Mesa Económica del Justicialismo. En ella se reúnen semanalmente técnicos y políticos vinculados a la economía y que expresan todas las distintas opiniones que conviven en el amplio espacio peronista. Desde Roberto Feletti hasta Guillermo Nielsen, pasando por Guillermo Moreno -que funciona como responsable de la Mesa- cada uno de sus integrantes, a su vez, conversa con distintos sectores políticos no peronistas y con especialistas económicos definidos como liberales y vinculados al mundo de las grandes empresas. Y en esos corrillos y mesas de discusión ya comienzan a pensarse alternativas. Esto es lo que expresa Scaletta, en su artículo ya citado:
Mientras tanto el dato nuevo es que se abre un frente inesperado por el oficialismo: la perplejidad al interior de las clases dominantes. Los empresarios advierten que sólo le va bien a un núcleo muy pequeño: el sector financiero, unas pocas exportadoras y las energéticas amigas del gobierno (o propiedad a través de terceros). En el resto de la economía reina la paz de los cementerios. El modelo fracasó rotundamente”.
Con una desconfianza profunda por parte del FMI -el que se quema con leche, cuando ve una vaca llora-, con unas finanzas públicas atadas al suicidio financiero de las Leliq, cuya deuda pasó de 432 mil millones en octubre a 584 mil millones de pesos a principios de este mes, aumentando en un 35%, con una parálisis total de la economía real y un muy poco comprometido apoyo internacional, el gobierno da la impresión de existir solo para garantizar la realización de la reunión del G20. Lo que ocurra después que se retiren los visitantes presidenciales es objeto de intensa preocupación.
La idea de un gobierno de muy amplia coalición, involucrando a todos los sectores políticos y económicos, excluídos los representantes más conspicuos del actual régimen -financiero, exportador y energético- comienza a ser pronunciada en círculos que, hasta no hace mucho, celebraban con globos amarillos. Incluso, los más osados elucubran la posibilidad de usar al juez Bonadío para que haga con Mauricio Macri lo que no ha podido hacer con Cristina Fernández de Kirchner. Las denuncias, ratificadas en sede judicial, de Hugo Alconada Mon sobre los pedidos de dinero en negro del actual presidente a las más grandes empresas del país para solventar su campaña electoral, dan base a estos, por ahora, devaneos primaverales.
Buenos Aires, 4 de noviembre de 2018

16 de septiembre de 2018

En la puerta de Gaspar Campos

El 5 de diciembre de 1972 -¡cuán presto se va el placer!- una delegación del Frente de Izquierda Popular se entrevistó con el general Juan Domingo Perón en su residencia de la calle Gaspar Campos. Encabezada por Jorge Abelardo Ramos y Jorge Enea Spilimbergo, la delegación estaba integrada, entre otros que quizás la memoria olvida, por Blas Alberti, Fernando Carpio, Alberto Converti y quien esto escribe.

Muy temprano, algo así como a las ocho y media de la mañana, estábamos esperando en la puerta de la casa, rodeada de periodistas y manifestantes, que el general nos recibiese.


En un momento se abre la puerta del garage y vemos que Perón despide al grupo que acababa de entrevistarlo. Se trataba de José María Rosa, Luis Alberto Murray y un muchacho algo más joven que yo -veinticinco años tenía yo en ese momento-, peinado para atrás con gomina de blazer azul y pantalones grises.


Ramos, que era muy amigo de Murray y, obviamente conocía a Pepe Rosa, se acerca para saludarlos y, junto con él, nos acercamos todos. En el momento de los apretones de manos, José María Rosa presenta al joven que lo acompaña.
-El compañero José Manuel de la Sota, del nacionalismo de Córdoba, dijo don Pepe.


Ahí, en la puerta de Gaspar Campos, conocimos al Gallego de la Sota, el gran político peronista cordobés que acaba de fallecer.

31 de julio de 2018

¿Tiene hoy el peronismo una política de Defensa y hacia las FF.AA.? *



La sanción por parte del presidente Mauricio Macri de su decreto 683/18, que modifica, entre otras cosas, la prohibición de las FF.AA. para actuar en cuestiones de seguridad interna ha tenido, en mi opinión, dos efectos principales.

Uno de ellos era esperado y casi obvio: una inmensa mayoría de la ciudadanía y la casi totalidad del espectro político opositor, incluido el movimiento obrero, ha reaccionado rechazando de plano toda posibilidad de que las FF.AA. actúen en la seguridad interior, incluso como apoyo logístico a la gendarmería y la prefectura. El nefasto papel que los sectores económicos hegemónicos hicieron jugar a las FF.AA. durante la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983, con su carga luctuosa en la sociedad argentina y cuyas cicatrices no acaban de cerrarse, apareció como un espectro en la conciencia de los argentinos. El repudio a los crímenes de lesa humanidad, al terrorismo de Estado y a la conculcación de los más elementales derechos democráticos y constitucionales actuó como un sano reflejo condicionado en la sociedad argentina. Esa decisión presidencial, contrariamente a lo que piensa quien la tomó, no cuenta con el apoyo mayoritario de los argentinos, ni de sus instituciones políticas, gremiales y sociales representativas.

Ha habido una gran coincidencia en definir la naturaleza ideológica y política del decreto macrista. El Instituto Independencia, que reúne a un importante grupo de dirigentes y referentes peronistas que han actuado en distintas áreas en los gobiernos de Néstor y Cristina, publicó una declaración en la que afirmaba: La decisión se encuadra en la concepción ideológica que Macri y el gobierno de CEOs tienen del mundo y de nuestro país, una colonia de intereses transnacionales y una base de operaciones del capital financiero. La redefinición de las funciones de las FFAA es el correlato geoestratégico, en el campo militar, de la subordinación económica al capital financiero global”1. Palabras más, palabras menos, esa ha sido la definición acerca del carácter claudicante de la soberanía nacional que implica la reforma.

El otro efecto, en este caso más preocupante, es la constatación de que el peronismo, en las condiciones de la Argentina y el mundo de hoy, carece de una política de Defensa Nacional y, por lo tanto, sobre el papel de las FF.AA. sólida, debatida y asumida por el conjunto del movimiento. Y esto es particularmente grave en un movimiento cuyo inspirador, el Teniente General Juan Domingo Perón, no solo fue, obviamente un militar de notoria erudición estratégica e histórica, sino que fue, justamente el apoyo coincidente de la mayoría popular y de las FF.AA. el garante de los años más exitosos de su primero y segundo gobierno.

La cuestión en este caso, si se me permite, se agrava por el hecho de que las distintas expresiones peronistas suelen argumentar sobre el tema con citas de Perón, sin intentar en ningún momento confrontar ese bagaje doctrinario y teórico con la actualidad, con los nuevos escenarios mundiales, con la relación de fuerzas a escala global y con la propia sociedad argentina e, incluso, con los hombres y mujeres de uniforme -sí, hoy las FF.AA. también están formadas por mujeres-.
Durante más de cuarenta años se ha hecho hincapié, casi hasta el agotamiento, en la teoría de que lo que estos hombres -y mujeres- necesitaban era lecciones de DD.HH., reconocimiento y subordinación a las autoridades civiles democráticamente electas. Se llegó, durante nuestro gobierno, al extremo de poner como viceministra de Defensa a una antropóloga, como si los uniformados fuesen algún tipo de extraña civilización ajena a la sociedad argentina, como si se tratase de una lejana tribu de ritos, prácticas y costumbres totalmente desconocidas.

A su vez, a lo largo de estos cuarenta años, y con los diversos gobiernos, las FF.AA. sufrieron un proceso de empobrecimiento, por un lado, y desarme y obsolecencia, por el otro, careciendo, en general, de un claro objetivo estratégico.

Un proyecto de país y de Estado requiere un tipo determinado de FF.AA. Un país autocentrado y con voluntad soberana deberá contar, entonces, con FF.AA. al servicio de estos objetivos, como última instancia de la defensa de la soberanía e independencia nacional ante una amenaza externa y teniendo en cuenta que la Argentina cuenta con un territorio ocupado por una potencia europea. Esto es para los peronistas una verdad de perogrullo, pero es muy poco lo que esta afirmación y sus consecuencias han sido debatidas, tanto en las instancias internas del movimiento, como en el debate público y parlamentario.

Este hecho se hace particularmente grave ante la evidencia de que el gobierno de Macri concibe a las FF.AA. como una especie de guardia nacional destinada a fortalecer la acción de las distintas fuerzas de seguridad, las que, a su vez, han sido notoria y onerosamente dotadas de material y equipamiento, junto con significativas mejoras salariales.
El peronismo tiene en su seno hombres y mujeres, civiles y militares, que se han dedicado a estudiar y analizar la cuestión de la Defensa y el pensamiento, no solo de Perón, sino de los grandes pensadores, militares y civiles, que elaboraron una doctrina nacional para nuestras FF.AA.
Estamos convencidos que en el 2019 nos tocará nuevamente hacernos cargo de un país esquilmado por estos duros cuatro años de interregno liberal y cipayo. Llegar al gobierno con una clara concepción acerca del papel, el lugar y las necesidades de nuestro Ejército, nuestra Aeronáutica y nuestra Marina es tan necesario como saber los mecanismos y alianzas necesarias para encarrilar nuevamente al país en el rumbo de la soberanía, la independencia, la justicia social y la unidad de la Patria Grande.

Buenos Aires, 30 de julio de 2018

* Publicada en la revista Movimiento
1http://www.independenciaideas.com/ffaa-o-guardia-nacional/

30 de julio de 2018

Soplar la Ceniza 33. López Obrador

Multilateralismo o gendarme global



Carlos Pérez Llana es uno de esos típicos embajadores argentinos llamados “de carrera”, no porque estén preparados para alguna exigente competencia de velocidad, sino porque han sabido abrirse paso en la selva de relamidos y perfumados intrigantes, de estólidos burócratas y cotilleos diversos que es “La Casa”, como todos ellos, y sólo ellos, llaman a nuestra Cancillería. Experto en el arte de hacerse el nudo de la corbata y en combinar la misma con el traje, así como en el uso de los cubiertos en recepciones protocolares, Pérez Llana suele expresar los más vulgares puntos de vista del establishment imperialista y de la banca internacional con la prosa plúmbea y soporífera de los editoriales de La Nación.
Justo hoy ha publicado en Clarín una nota que, bajo el título “Trump, el modelo europeo y ¿el fin del multilateralismo?”, pretende hacer creer a los lectores que el multilateralismo consiste enuna diplomacia de organismos internacionales, en una práctica de reglas y consensos, en acuerdos comerciales y en la cooperación en espacios más restringidos” y que la torpeza del vaquero millonario de Donald Trump ha venido a desbaratar tan fino como sutil entramado. En realidad, lo que el atildado ex embajador en París hace es un juego de birlibirloque por el cual la hegemonía del capital financiero en la escena mundial, a través de esos organismos, como la OMC, con los EE.UU. como policía mundial a su servicio es llamado multilateralismo, y el reconocimiento concreto del multilateralismo realizado por Donald Trump es llamado populismo.
Y digo que justo hoy ha publicado ese artículo, porque justo hoy el presidente Donald Trump ha hecho una declaración que nuevamente perturba, confunde y enrieda tanto a los defensores del status quo financiero global como a sus sedicentes críticos. Como ya circula en los medios, Trump ha invitado al presidente de Irán, Hassan Rohani, a sentarse a conversar sobre sus problemas comunes. Obviamente, sus palabras han caído como un balde frío despues de haber desconocido formalmente el acuerdo firmado por el presidente Obama y haber intercambiado todo tipo de amenazas.
El mecanismo es muy parecido al que se puso en práctica para llegar a la reunión con el presidente de Corea del Norte Kim Il-jong: aguzar el enfrentamiento, llegar al borde de la ruptura definitiva, dejar establecido que ambos contendientes son bravíos y firmes, para, desde ahí, sentarse a conversar de modo pacífico, dejando a los, hasta ese momento, aliados -la UE, es decir Francia y Alemania- con un palmo de narices. La gambeta le permite desmarcarse de unos aliados que, según su propia visión, han sido los únicos beneficiarios de la alianza, y terminar con el contrato de agencia de seguridad global de Soros y Bildenberg que, desde Reagan en adelante -con gobiernos republicanos y demócratas-, asumieron los EE.UU.
La propuesta de conversar lanzada al presidente de Irán ha vuelto a sorprender a quienes solo ven en Donald Trump los aspectos más exteriores, superficiales y frívolos de su accionar y de su personalidad política. No es que esos aspectos no existan, sino que no son significativos en todo este gigantesco replanteo del papel norteamericano en la política y la economía mundiales. La ruptura del pacto nuclear firmado por Obama, beneficiaba fundamentalmente a la UE, Rusia y China que podían volver a comprar el petróleo iraní. Trump parecería estar dispuesto a firmar otro acuerdo, pero independientemente de los intereses europeos, rusos o chinos. Eso es la multilateralidad, el sistema poligonal de distintas fuerzas e intereses, algunos enfrentados, algunos compartidos.

Por otra parte, el aliado al que la propuesta de diálogo con Irán debe dejar muy preocupado es, obviamente, a Israel. Una Siria pacificada, en la que el gobierno ha logrado recuperar la casi totalidad de su territorio atacado por mercenarios sostenidos por la CIA y Arabia Saudita, con la ayuda de Rusia y el visto bueno de EE.UU, y un Irán que se sienta a conversar con el presidente norteamericano tal como ya lo hicieron Xi Ping, Kim Il-jong y Vladimir Putin, dejaría al principal enemigo de la paz en Medio Oriente en una estremecedora soledad y en un amenazante aislamiento.
Si, como creemos, están dadas las condiciones para un encuentro futuro entre Trump y López Obrador, el nuevo presidente mexicano aún no asumido, es hora de que los gobiernos nacionalistas latinoamericanos -incluído Cuba- comiencen a pensar la política internacional y su relación con EE.UU. en términos distintos a los heredados de la Guerra Fría y del unilateralismo yanqui. Nadie dice que sería un camino fácil, pero sorprende que Trump no deje conforme ni a esos gobiernos ni a los distintos gobiernos liberales y pro norteamericanos de Perú, Ecuador, Chile, Brasil, Colombia y Argentina. Quizás algo de osadía y transgresión ideológica podría ayudar a salir del laberinto.
Buenos Aires, 30 de agosto de 2018

13 de julio de 2018

Soplar la Ceniza 31. Las crisis políticas de Italia y España y el rumbo ...

Objetos de cristal y porcelana


El próximo 14 de julio se cumplirán 100 años del nacimiento del duende que, en la segunda mitad del siglo XX, convirtió el cine, su cine, en un buceo en las simas inmensurables del alma humana: el hijo del pastor luterano de Uppsala, Ingmar Bergman. Ya he escrito algo sobre lo que sus filmes han significado, tanto en la cultura universal, como en la región mucho más reducida de lo personal.
Pero hoy celebramos ese centenario en la Sala Lugones del Teatro General San Martín. Ahí estuvimos, en una función organizada por la Embajada de Suecia y la Cinemateca Argentina, para ver su primera película, su irrupción avasalladora en la historia universal: “Sommmaren med Monika”, Un verano con Mónica.
Era el año 1953. Bergman era un hombre joven de 35 años con una importante carrera en la dirección teatral, un célebre guión que no pudo dirigir, “Hets”, y un par de películas. Bergman era, como digo, un hombre joven y su preocupación estaba cerca de los hombres y mujeres jóvenes de una Suecia que no era, aún, el publicitado edén de la sociedad de bienestar con que se haría famosa años después. Era una sociedad rígidamente estamental, donde los humildes tenían la obligación de saber cuál era su lugar, con explotación patronal, con abuso contra las mujeres, sobre todo jóvenes y pobres, con hacinamiento urbano, con castigos corporales y represión sexual. Y “Un verano con Mónica” -la he vuelto a ver después de más de cuarenta años- es simplemente la historia de dos jóvenes con malos trabajos, como muy bien explica el propio Bergman en un reportaje, ya en su vejez, que la programación tuvo el buen gusto de presentar.
Hay en ese Bergman juvenil una llama de protesta, una identificación con los más jóvenes, los más pobres, los más vulnerables. Y hay, ya desarrollado, esa capacidad demiúrgica de ser implacable con la fragilidad, la escasa persistencia, la fugacidad y el abismo del sentimiento humano. No tiene compasión el hijo del pastor luterano. Ama tiernamente a sus criaturas, pero no las considera perfectas, ni mucho menos admirables. Son maravillosas cuando se dejan llevar por la dulce embriaguez de ese verano salvaje en el archipiélago -el desnudo de la muchacha obrera Harriet Andersson fue uno de los grandes escándalos conversados en voz baja por los adultos, durante mi niñez-. Son despreciables, miserables y egoístas cuando la pasión se acaba, el verano termina y comienza el largo y oscuro parentesis del invierno septentrional.

En esta oportunidad encontré algo que no había visto hace cuarenta años, quizás porque no conocía entonces el idioma que me dio el exilio: al final, cuando Harry Lund vuelve, con su hermosa hijita en brazos al viejo barrio obrero ,se refleja en un espejo que es del taller donde había trabajado antes de conocer a Mónica y de donde se arrancó para pasar ese verano apocalíptico. Alrededor del espejo puede leerse “Glass och porslin varu”, objetos de cristal y porcelana.
Eso hemos sido, para el centenario maestro, los seres humanos, objetos de cristal y porcelana, frágiles y quebradizos.
Buenos Aires, 13 de julio de 2018
https://archive.org/details/BergmanUnVeranoConMonica 

23 de mayo de 2018

Todo lo explicaba con una vaina

Estábamos en el lobby del Hotel Eurobuilding, Gustavo y yo, conversando sobre estos dos o tres días pasados en Caracas, acompañando la elección presidencial. Hasta este encuentro no nos conocíamos Gustavo y yo, aunque habíamos transcurrido los últimos treinta años por andariveles comunes en la política. Repasábamos estos días venezolanos, la recorrida por los centros electorales, algunas situaciones y anécdotas que habíamos presenciado y vivido y, sobre todo, la visita al Cuartel de la Montaña, donde descansan, bajo un oscuro mármol, los restos de uno de los tipos más vitales, jodedores, desafiantes, osados, inteligentes y conchisumadre que conoció mi generación, la generación de mis hijas y mis nietos, Hugo Chávez. 
Habíamos estado juntos en ese hermoso cuartel de principios del siglo XX, construído por el “cabito” Cipriano Castro, a quien socorrió el siempre calumniado Julio Argentino Roca, con su ministro Luis María Drago, salvándolo del bloqueo militar marítimo dispuesto por las grandes potencias de la época. La Doctrina Drago, según la cual los países no pueden acudir al recurso militar para obligar al pago de la deuda soberana de los estados, salvó a la Venezuela de entonces y convirtió al ministro de Relaciones Exteriores de Roca y a su inspirador Carlos Calvo en adalides de los países periféricos de aquellas lejanas épocas, amparados por el bill de indemnidad que sobre la semicolonia próspera del Plata, ponía el Imperio Británico.
El ahora habitante del Cuartel de la Montaña tenía siempre palabras de agradecimiento a aquel lejano militar político que gobernaba en las pampas platinas y a su muy conservador ministro.
De eso estábamos hablando cuando se acerca a la mesa un hombre mayor, enjuto, de piel cobriza, de finas facciones, vestido con un traje azul, un poco largo de mangas, y con una corbata colorada con un gran nudo corazón.
-- ¿Los señores están por irse? ¿Han venido por las elecciones?, pregunta con corrección.
-- Así es, responde uno de nosotros. Hemos sido acompañantes internacionales.
-- ¿Y que impresión se llevan?, pregunta con extrema corrección.
Le contamos lo que hemos visto, algunos centros con mucha gente, otros con poca gente, una gran tranquilidad en las calles y en las mesas electorales. Y le mencionamos nuestra visita al Cuartel de la Montaña.
Ahí, el hombre se puso más serio aún.
-- Yo fui miembro de la escolta del Comandante Chávez, nos dice. -- Viví con él diariamente.
Debe haber visto un cambio en nuestros rostros, algo de admiración y respeto ante lo que nos acababa de decir, porque nos explica:
-- Yo he sido sargento de la Guardia Nacional.
Lleva su mano al bolsillo interior del saco y extrae una billetera en la que nos muestra un documento. Con los colores nacionales venezolanos, la cédula comprueba que, efectivamente, Enrique.......... ha sido sargento de la Guardia Nacional.
Le devuelvo la billetera.
-- Yo conviví diariamente con el Comandante. Era un hombre extraordinario. Teníamos una relación de camaradas. Todo lo que tenía para decirnos, lo hacía echando vainas, nos dice Enrique, con seriedad y evocando en su memoria.
-- A ver, cuente Don Enrique, le digo apelando al don como un signo de respeto, de mucha vigencia todavía en Venezuela. Ser tratado de “don” es todavía hoy, como en los tiempos de la colonia, una manifestación de distancia que dignifica, de reconocimiento a la edad como fuente de experiencia y sabiduría.
-- Era un hombre único. Hablaba con nosotros, su escolta, como un padre, como un hermano. Yo formaba parte del primer círculo de su seguridad personal. Se acostaba a las dos de la mañana y nosotros hasta esa hora debíamos acompañarlo. Se levantaba a las cuatro y venía hasta la cuadra donde dormíamos y nos despertaba con palabras amistosas, de padre. ¡Arriba, soldados!, nos decía sin violencia, sin gritos, con camaradería.
Y ahí se le desencadenan los recuerdos a Don Enrique.
-- Todo lo decía siempre con una vaina, con un chiste, con humor. Hablaba con nosotros y nos explicaba, nos enseñaba, pero siempre echando vainas.
Un amigo me ha dicho que quien entienda la conjugación del verbo vaina entenderá el alma venezolana. Le hemos dedicado muchas horas a entender la polisemia vertiginosa de esa bendita palabra.
Y continúa don Enrique con sus recuerdos:
-- Hablábamos con él de todo lo que nos pasaba. Él sabía de nuestras familias, de la carrera de nuestros hijos, de la salud de nuestras esposas. Y nos explicaba lo que estaba pasando, lo que le pasaba a Venezuela.
Y de repente su rostro se oscurece, una nube parace estacionarse sobre su cabeza:
-- El día que el Comandante murió yo ya no pude seguir en la Guardia Nacional. Ya nada sería lo mismo que yo había vivido. No pude, no quise, me negué. Chávez había muerto, yo ya no tenía nada que hacer.
Y se queda serio Don Enrique, mirando hacia adentro los fantasmas que lo asolaron esos días.
En ese momento me pasa por la memoria la devoción que sus soldados tenían por Napoleón Bonaparte, el contacto personal que el Emperador establecía con cada uno de esos campesinos franceses a los que el ejército les había dado dignidad y les aseguraba la tierra. Me pasó por la cabeza el regreso del Gran Corso desde Elba y el modo en que sus viejos soldados acudían a formar su nuevo ejército a medida que se desplazaba rumbo a París.
-- Y pedí el retiro. Treinta y cinco años había servido a la Guardia Nacional. Era toda mi vida. Pero ¿qué iba a hacer yo, sin ese hombre? Me despertaba a las cuatro de la mañana para ponerme el uniforme. Buscaba con desesperación los borceguíes, para no llegar tarde. Soñaba, saben ustedes, soñaba que tenía que ir a la Guardia Nacional y no encontraba el uniforme. Mi mujer me decía ¿qué estás haciendo? Si ya no tienes que ir a trabajar.
Don Enrique nos contó de ese personal descenso al infierno del no tener ya nada más que hacer en la vida. También nos contó que era un andino, del estado de Trujillo -su morfología corporal así lo indicaba-. Trujillo es una tierra constitutiva de Venezuela. Trujillano fue el gran Enrique Picón Salas y su universidad fue un faro intelectual en la chatura de la semicolonia de principios del siglo XX.
-- Tuve una depresión, termina por confesar Don Enrique. Y tuve que hacer terapia, reconoce no sin cierta vergüenza. La pérdida del Comandante, de su confianza y amistad, más la sensación de que mi vida se había terminado, era demasiado fuerte. Pero logré superarlo.
Poco tenemos para decirle mi amigo y yo. Su relato nos ha permitido entrever la magnitud, el tamaño de los sentimientos individuales y las fuerzas sociales que el gran ausente de Venezuela puso en movimiento. Hay algo de la camaradería castrense generada en el vivac, la noche antes de la batalla, algo del afecto paterno del oficial superior hacia sus subordinados, algo del soldado dispuesto a formar un ejército de hombre libres y liberados para enfrentar al opresor en los sentimientos de Don Enrique.
Llega otro amigo a la mesa y Don Enrique se repliega. Me acerco a darle la mano. He podido conocer a uno de los hombres que hubieran dado la vida por el Comandante Eterno, como han dado en llamarlo sus compatriotas.
Buenos Aires, 23 de Mayo de 2018.

12 de mayo de 2018

Una elección por la paz y la ratificación del rumbo de Hugo Chávez



El próximo domingo 20 de mayo se realizarán, en Venezuela, elecciones para elegir Presidente de la República, diputados en los Consejos Legislativos estaduales y miembros de los Concejos Municipales. Las elecciones han sido el resultado de un intenso proceso de negociación con distintos sectores de la oposición al oficialismo chavista, negociación de la que se autoexcluyeron los dirigentes y partidos que conformaban la MUD y que, en su gran mayoría, se han exilado en Colombia, desde donde lanzan pedidos de intervención militar contra el gobierno. Los argentinos memoriosos recordarán, sin duda, los llamados realizados, en 1951, por el abogado Walter Beveraggi Allende, un notorio y declarado antisemita, solicitando, desde Montevideo, la intervención militar norteamericana contra el gobierno de Juan Domingo Perón. La indignidad manifiesta de la proclama motivó que el Congreso de la Nación le quitara al provocador su ciudadanía argentina, lo que significó el primero y único caso de medida semejante contra una persona nacida en el país.
Venezuela enfrenta estas elecciones en una difícil y complicada situación económica. Más allá de ciertos errores que puedan haberse realizado en materia de política económica desde el gobierno nacional, el país está siendo atacado económicamente por agencias imperialistas, con la complicidad de sectores de su burguesía compradora. El congelamiento de sus depósitos en bancos extranjeros, la imposibilidad consiguiente de realizar las transferencias necesarias para el pago de sus importaciones -Venezuela ha tenido tradicionalmente una gran dependencia del sector externo para sus consumos más elementales-, una permanente y orquestada campaña financiera contra el bolívar, la moneda nacional, y a favor del dólar, ha depreciado la divisa venezolana y ha significado permanentes problemas en la entrega de dinero efectivo en los cajeros y ventanillas bancarias. Simultáneamente, las dificultades en la importación han generado escasez en los remedios, importados en su gran mayoría, con el consecuente desabastecimiento en farmacias y centros de salud.
El gobierno de Nicolás Maduro ha logrado, en ese marco, mantener, con un esfuerzo organizativo y económico muy grande, un continuo abastecimiento de alimentos indispensables a su población, a la vez que, con una intensa prédica, se ha logrado aumentar la propia producción agrícola, cosa que no se había logrado ni aún bajo la prosperidad de los gobiernos del comandante Hugo Chávez.
A su vez, con la ayuda técnica de Rusia, Maduro lanzó semanas atrás un dinero virtual, el Petro, destinado a solucionar en el plazo mediato, sus dificultades de pagos internacionales. Sobre la tecnología de Blockchain, han creado una moneda virtual o electrónica, cuyo respaldo son los recursos naturales de Venezuela. Para Rusia, por su parte, el experimento adquiere la función de una prueba piloto para una eventual implementación ulterior que desplazaría al dólar como medio internacional de pago.
La agencia Misión Verdad, desde Caracas, ha publicado recientemente:
Esta es la única elección de la historia de Venezuela en que una de las partes (el fascismo proempresarial) sabe que va a perder y no está dispuesto tan siquiera a intentar capturar unos votos, como lo hicieron cuando enfrentaron a Chávez y como lo hicieron cuando lograron la mayoría parlamentaria en 2015. La maquinaria electoral con sello adeco y financiamiento transnacional que suele activarse en este tipo de eventos está desmovilizada. Esos elementos, que renunciaron a capitalizar electoralmente las rabias e inconformidades de la población, y ni tan siquiera serán capaces de intentarlo, andan invirtiendo tiempo y energía en otras tareas; por ejemplo, en la búsqueda y negociación de otro tipo de fuerzas, distintas a la electoral, para intentar un derrocamiento violento del Gobierno de Venezuela”.
Henri Falcón, un antiguo colaborador de los tiempos iniciales del chavismo, es el principal candidato opositor, al que la oposición en el “exilio”, principalmente en Colombia, ha boicoteado sistemáticamente, sin ofrecer alternativa alguna.
La periodista argentina Stella Calloni ha denunciado en estos días un plan militar tendiente a derrocar al presidente Maduro con la intervención de una fuerza militar integrada por Colombia, Panamá y Brasil, conducida por los EE.UU. En mi opinión, más allá de lo que algunos sectores del aparato de defensa norteamericano piensen, el presidente Trump, cada vez que se ha tocado el tema, ha proferido sus consabidos improperios pero no ha tomado medida alguna en el sentido solicitado por la oposición belicista.
Las encuestas predicen un triunfo de Maduro en las elecciones presidenciales y una normal distribución de cargos en las Legislaturas estaduales y los concejos municipales. Pero el suspenso está puesto en la reacción de los grupos golpistas y prointervencionistas que han boicoteado la elección.
Todo ello lo podré observar personalmente, ya que el gobierno venezolano me ha invitado a presenciar los comicios en carácter de veedor internacional, por lo que, desde el sábado 19 estaré en tierra venezolana.
Es de destacar que Maduro sigue contando con el apoyo de dos sectores esenciales: por un lado, la unidad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas alrededor del proyecto y programa enunciado por Hugo Chávez y de la legalidad institucional de Venezuela. Y por el otro, un sólido apoyo, pese a las enormes dificultades de una inmensa mayoría de la sociedad, tanto en sectores populares como en sectores medios, dotados de una singular conciencia política que les ha permitido entender la gravedad de la hora y lo que está en juego.
Hay que dejarlo claro: un triunfo de los partidos de la MUD en el exilio significará inevitablemente un espantoso baño de sangre y una salvaje revancha sobre los venezolanos de pata al suelo.

28 de abril de 2018

En el Paralelo 38 terminó el siglo XX



En el año 1593, casi cien años después de la llegada de Colón a América, un discípulo de Iñaki de Loyola, el jesuita español Gregorio de Céspedes, escribe cuatro cartas a sus superiores informándoles que está en Busan, en el sur de la península de Corea. Ha llegado hasta allí acompañando a un “kirishitan damyō, un señor feudal japonés cristiano a las ordenes de Toyotomi Hideyoshi, el prominente samurai que se ha convertido en el hombre fuerte del Japón. El padre Gregorio había logrado convencer al propio jefe de la expedición y a algunos de sus soldados sobre el misterio de la encarnación del hijo de Dios, por lo menos lo suficiente como para que lo aceptasen en la expedición conquistadora.
Se ignora si logró realizar alguna tarea evangélica entre el pueblo ocupado por las mesnadas japonesas, pero se supone que no, ya que su paso por la península no dejó ningún otro rastro más que esas cuatro cartas.
No obstante, el padre Gregorio de Céspedes se convirtió en el primer occidental en tomar contacto con el antiguo reino de Goryeo, un monarca del siglo X del que deriva el actual nombre de Corea. Toyotomi Hideyoshi, el samurai japonés, continuó su conquista, arrasando la península en su camino hacia China. No fue la última vez que los japoneses conquistaron la tierra de Goryeo, convirtiendola en uno de sus “han”, como llamaban a las colonias del Celeste Imperio.
Porque ese ha sido el sino de ese pequeño apéndice del gigantesco bloque euroasiático, la península de Corea: ser disputado por su gigante vecino del continente o su ambicioso vecino del archipiélago cercano. Resistió secularmente a la colonización japonesa. Su pueblo fue despreciado y considerado esclavo por el miserable código Bushido, practicado por esa casta de bandoleros y mercenarios que eran los samurai, a los que Akiro Kurosawa idealizó en su célebre película. Los coreanos estuvieron condenados por décadas a producir arroz para sus amos japoneses, aún cuando ellos mismo carecían del alimento suficiente para sobrevivir.
Primero el budismo y varios siglos después el confucianismo, esa rígida ética estamental, reglamentarista de administración del estado, conformaron su cultura dominante. Pero, justamente su estructura social resistió con tenacidad toda forma de modernización. A la invasión manchú, desde el norte, sucedió una nueva invasión japonesa que duraría hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Corea ni siquiera formaba parte del llamado Manchukuo, el estado títere creado por los japoneses en el noroeste de China. Era una simple posesión colonial japonesa y sus habitantes eran tratados como esclavos.
El siglo XX y el nacionalismo coreano
Es en esas condiciones que resurge un fuerte movimiento nacionalista coreano. El 1° de marzo de 1919, un pequeño grupo se reunió en el parque Tagpol , en Seúl, y declaró la independencia. El movimiento se extendió velozmente por todo el país y fue brutalmente reprimido por los ocupantes japoneses. Estos respondieron además con un intento de niponizar culturalmente a los coreanos, imponiendo obligatoriamente su idioma, obviamente su escritura y hasta su vestimenta.
Ya sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, el ejército soviético, entrando por el norte, desaloja a los japoneses de la península y consigue su control definitivo. Con el Ejército Rojo, entró en Corea Kim Il Sung, un antiguo dirigente guerrillero antijaponés, quien, refugiado en China, se había incorporado a las unidades guerrilleras del Partido Comunista Chino y, posteriormente, había hecho una carrera militar en el Ejército Rojo, donde había ascendido a comandante.
Mientras tanto, en el sur del país el movimiento nacionalista era liderado por Syngman Lee. Este era un hombre de una generación anterior a Kim il Sung y formado, después de su educación confuciana en Seúl, por los norteamericanos. Syngman había constituído un gobierno coreano en el exilio, ya bajo la influencia de los EE.UU. y logró establecer fluídas relaciones con el presidente Wilson y, luego, con Franklin Delano Roosevelt. Ni bien los japoneses se retiran de la península, Syngman voló a Tokio y de la mano del general Douglas Mac Arthur se instaló en Seúl. Sobre la base de su furibundo anticomunismo, se convirtió en el hombre de los norteamericanos en la región.
De hecho, los soviéticos y los norteamericanos establecieron dos claras zonas de influencia separadas por el paralelo 38°, lo que dio nacimiento a los dos estados que hoy conocemos: Corea del Norte y Corea del Sur. La solución, como toda solución establecida por un poder extranjero no satisfizo a ningún coreano, ni a los dirigidos por Kim il Sung y su Partido del Trabajo, convertido en líder de la República Popular de Corea, ni a Syngman Lee quien en 1948 se convierte en presidente de la República de Corea del Sur.
Una vez más, las aspiraciones por constituir una sola Corea habían sido abortadas por la injerencia extranjera. Pero esas aspiraciones nacionales se mantenían vivas.
La Guerra de Corea
El 25 de junio de 1950 las tropas de Kim il Sung cruzaron el paralelo 38 e iniciaron una ofensiva que casí llegó hasta la ocupación de la totalidad de la península. Philip Short, el biógrafo inglés de Mao Zedong, cuenta cómo se gestó esa decisión y los dolores de cabeza que le acarreó al Secretario General del Partido Comunista Chino.
El lider de Corea del Norte, Kim il Sung, había acudido a Pekín para comunicarle que Moscú había aprobado una iniciativa militar para reunificar la península. Stalin, tan astuto como siempre, había impuesto una condición: Kim debía obtener primero el visto bueno de Mao. «Si te pega una patada en el culo», le dijo el dirigente soviético, «no moveré ni un dedo». Ello implicaba que Mao tendría que hacer de valedor de los coreanos. Durante sus encuentros en China, Kim omitió esa parte de la conversación con Stalin”1.
A regañadientes y previa consulta con Moscú, para corroborar la versión de Kim, los chinos, que estaban preparando su invasión a Taiwan, debieron resignar esta y aceptar la propuesta coreana. El peso de los cien mil compatriotas de Kim il Sung que habían luchado en la liberación del Manchukuo pesaron como plomo en la decisión de Mao. Este nunca quedó conforme con el casi fait accompli que le impuso el dirigente coreano. Entre otras cosas, por el alivio que le significó a Chiang Kai-shek. Este ya había sido anoticiado por Truman que EE.UU. no intervendría para proteger a los nacionalistas.
Ese mismo año, George Orwell había hecho conocer su concepto de “Guerra Fría”. En Corea, había comenzado un cruentísimo enfrentamiento bélico en el que las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, divididas por aparentes motivos ideológicos, se enfrentaban a través de una guerra civil en un país periférico. Para la República Popular de Corea la guerra significó el exterminio del 15 % de su población civil, una total devastación de su territorio a consecuencia de los bombardeos norteamericanos y una casi regresión a las condiciones del reino de Goryeo en el siglo X de nuestra era. La intervención de China Popular impidió que los norteamericanos se hiciesen de la totalidad de la península y las tropas norteamericanas, amparadas equívocamente bajo la bandera de las Naciones Unidas, sufrieron un duro revés.
La situación se prolongó durante más de dos años hasta que finalizaron las hostilidades sin firmarse nunca la paz entre ambos estados coreanos.
A las tropas norteamericanas se sumaron algunas tropas latinoamericanas, principalmente de Colombia y de Puerto Rico. Fue esto último lo que lo llevó al poeta cubano Nicolás Guillén a escribir:
¿Cómo estás Puerto Rico,
tú de socio asociado en sociedad
(...)
de un empujón te hundieron en Corea,
sin que supieras por quién ibas a pelear.
En el Río de la Plata es de destacar la gran campaña llevada adelante por el jefe del Partido Nacional uruguayo, el partido Blanco, Don Luis Alberto de Herrera, contra la adhesión de su país a la Guerra de Corea, a la que el oficialismo de Luis Batlle pretendía meterlo. El gobierno de Juan Domingo Perón, en nuestro país, garantizaba la no injerencia argentina en una guerra imperial.
La construcción de una nación
La historia posterior de las dos Coreas constituye un claro ejemplo de una voluntad en construir una nación, incluso bajo las condiciones internacionales más difíciles.
Si Kim il Sung logró mantenerse independiente tanto de los designios de Moscú como de Pekín, pese a la importancia militar y económica que ese respaldo le significaba, no es menos cierto que la conducción de Seúl supo explotar para beneficio de su país la importancia geoestratégica que significaba para los EE.UU. El sucesor de Syngman Lee, Park Chung-hee logró que esa dependencia política se convirtiera en factor de desarrollo, modernización e industrialización de su país, que, hasta su llegada al poder, sobrevívía de los aportes de las agencias yanquis para el desarrollo. Con métodos cercanos a los de una dictadura militar, Park creó la prodigiosa Corea que hoy conocemos, la de Hyundai, LG, Samsung y la del nuevo cine coreano. Bajo su régimen, hubo reiterados intentos de acercamiento con la otra parte de la nación dividida, frustrados en la mayoría de los casos por la injerencia imperialista y las tensiones generadas por la Guerra Fría.
El régimen de Kim il Sung logró estabilizarse y encontró en su hijo, primero, y en su nieto, actualmente, una continuidad de criterios y objetivos. Acuñó su idea de un socialismo independiente tanto de China como de la entonces Unión Soviética, al que llamó “la idea Juche” que se ha traducido como de autoconfianza. Logró atravesar incólume, pero no sin grandes esfuerzos, la caída de la Unión Soviética y la transformación de China Popular en una gran potencia económica, sobre la base de un gran ejército, un estado permanente de amenaza de guerra y una gran unidad política de su pueblo.
Hoy, el nieto del guerrero de la Manchuria, Kim Jong-un y el presidente Moon Jae-in se han convertido en dos estadistas que están construyendo una nueva historia. Con su encuentro en el paralelo 38 han cerrado el siglo XX. Y al hacerlo han dado inicio a la construcción de una poderosa nación asiática, que, por primera vez en su historia, ha alcanzado semejante nivel de desarrollo. La integración definitiva de una Corea industrial, con una gran organización estatal, con un poderoso ejército y con capacidad nuclear modifica el mapa mundial y contribuye decisivamente a ese desplazamiento del centro del mundo que comenzó a manifestarse en el nuevo siglo XXI.
Kim Jong-un y Donald Trump, como dos jugadores fulleros, gesticularon, se insultaron, se hicieron bromas pesadas, se amenazaron recíprocamente con la hecatombe final. Seguramente ambos sabían que el final del juego sería algo parecido a esto.
Lo hemos dicho varias veces en los últimos años. La conducción política de los EE.UU. está decidida a un repliegue de sus fuerzas. Sabe que es un gigante con grandes pies de barro amenazado, ya no por el fantasma del comunismo, sino por el espectro del capital financiero, ante el que están sucumbiendo las principales economías industriales de Occidente. Es casi seguro que esto presente a nuestro continente nuevos problemas, nuevas dificultades y desafíos. Pero el nuevo mundo que se está construyendo ofrece también, si sabemos aprovecharlo creativamente, grandes oportunidades para nuestra integración continental y nuestra impostergable e imprescindible industrialización en las condiciones del gran salto civilizatorio que vive el género humano.
Buenos Aires, 28 de abril de 2018
1Mao, Philip Short, página 587 y ss. Crítica, Barcelona, 1999.

21 de abril de 2018

Hoy somos aún más débiles y sometidos



Como no podía ser de otra forma, la ola de gobiernos contrarrevolucionarios en una parte muy significativa de América Latina ha producido una muy lamentable escisión en la UNASUR, la primera institución regional que logró reunir a los países del área sin la presencia, siempre amenazante y extorsiva de los EE.UU.
La decisión anunciada ayer, aunque no hay precisiones acerca de su implementación, por parte de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de retirarse de la UNASUR significa un enorme golpe a esta organización y un retorno al protagonismo de la OEA y su lacayuna obediencia a los dictados del Departamento de Estado yanqui.
Desde nuestra perspectiva de la Unidad Continental, la decisión es manifestación de un enorme fracaso. La UNASUR fue el producto de la marea transformadora e integradora que maduró a fines del siglo XX y se desarrolló durante los primeros quince años del nuevo siglo. Un impulso, que venía de la historia y que era encarnadado por los pueblos de la región, puso en el orden del día la necesidad de reconstituir la unidad perdida después de las guerras de la Independencia. El Mercosur, que había surgido durante la hegemonía neoliberal en el continente, en los '80, se había convertido, en estos años, en un motor de la integración.
Pero, con todo lo alcanzado en estos años, prevaleció siempre un criterio ideológico por sobre las imprescindibles medidas estructurales que consolidaran y dieran carnadura y sostén a esos acuerdos de principio y objetivos que cada uno de los gobiernos de la región encarnaban. Fue casi imposible, por mezquindades regionales, por presión imperialista, por voracidad de las burguesías y oligarquías locales, avanzar sobre transformaciones estructurales -Banco del Sur, moneda propia para el intercambio comercial en la región, grandes proyectos viales, ferroviarios y fluviales que consolidasen el hinterland suramericano, creación de grandes entidades regionales que unifiquen las políticas de energía y recursos naturales, etc.- que hubieran hecho mucho más difícil esta nueva ola balcanizadora. Con solo comparar las dificultades que tiene el Reino Unido para llevar a cabo lo que fue una decisión brotada de un proceso electoral, el Brexit, y la facilidad con que estos nuevos y viejos gobiernos proimperialistas rompen esas instituciones y desmontan quince años de esfuerzos políticos, diplomáticos y económicos, se hace evidente la debilidad de nuestros logros.
El imperialismo yanqui, vuelto sobre sí mismo para reconstruir su poder económico perdido, enfrentado a una guerra comercial con China y en un ajedrez fatal con la Federación Rusa, que busca vías de salida del pantano del Medio Oriente, ante la ya evidente derrota, necesita, como es obvio, ordenar su patio trasero, Latinoamérica. Ha encontrado gobiernos mercenarios dispuestos a cumplir esa vil tarea. La cumbre de Lima dejó en evidencia esta situación. Peleles de un amo que ni siquiera vino a la cita, Mauricio Macri, Michel Temer, Juan Manuel Santos y el desconocido presidente del Perú, Martín Vizcarra, pretendieron acorralar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, los únicos que expresan y sostienen la voluntad de Patria Grande.
Lo que está en juego no es tan solo una cuestión diplomática. Estas miserables oligarquías carecen de un proyecto para el conjunto de nuestros pueblos y su idea es el desvencijado panamericanismo de la entreguerra en el siglo pasado. Walt Disney dio representación simbólica a esa política: Pepe Carioca, ese lorito simpático y charlatán pretendía representar al pueblo brasileño, los cuervos haraganes y dormilones expresaban al pueblo mexicano y un Goofy disfrazado de peón de campo saludaban alegres la llegada de Mr. Ponsomby, como Methol Ferré llamaba a los nuevos colonizadores yanquis.
Es necesario tomar en cuenta los errores cometidos para evitarlos en el nuevo ciclo integrador que, más temprano que tarde, volverá a recorrer el continente. Más Perón que Che Guevara, más ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados) que Foro de San Pablo, más Methol Ferré y Francisco que István Mészáros.
Porque hay una cosa que es insoslayable: o nuestros pueblos se unen y constituyen el gran bloque continental que llamamos Patria Grande o nuestros hijos y nietos serán ilotas, esclavos, material de descarte del mundo que hoy se está constituyendo.
Buenos Aires, 21 de abril de 2018