28 de abril de 2018

En el Paralelo 38 terminó el siglo XX



En el año 1593, casi cien años después de la llegada de Colón a América, un discípulo de Iñaki de Loyola, el jesuita español Gregorio de Céspedes, escribe cuatro cartas a sus superiores informándoles que está en Busan, en el sur de la península de Corea. Ha llegado hasta allí acompañando a un “kirishitan damyō, un señor feudal japonés cristiano a las ordenes de Toyotomi Hideyoshi, el prominente samurai que se ha convertido en el hombre fuerte del Japón. El padre Gregorio había logrado convencer al propio jefe de la expedición y a algunos de sus soldados sobre el misterio de la encarnación del hijo de Dios, por lo menos lo suficiente como para que lo aceptasen en la expedición conquistadora.
Se ignora si logró realizar alguna tarea evangélica entre el pueblo ocupado por las mesnadas japonesas, pero se supone que no, ya que su paso por la península no dejó ningún otro rastro más que esas cuatro cartas.
No obstante, el padre Gregorio de Céspedes se convirtió en el primer occidental en tomar contacto con el antiguo reino de Goryeo, un monarca del siglo X del que deriva el actual nombre de Corea. Toyotomi Hideyoshi, el samurai japonés, continuó su conquista, arrasando la península en su camino hacia China. No fue la última vez que los japoneses conquistaron la tierra de Goryeo, convirtiendola en uno de sus “han”, como llamaban a las colonias del Celeste Imperio.
Porque ese ha sido el sino de ese pequeño apéndice del gigantesco bloque euroasiático, la península de Corea: ser disputado por su gigante vecino del continente o su ambicioso vecino del archipiélago cercano. Resistió secularmente a la colonización japonesa. Su pueblo fue despreciado y considerado esclavo por el miserable código Bushido, practicado por esa casta de bandoleros y mercenarios que eran los samurai, a los que Akiro Kurosawa idealizó en su célebre película. Los coreanos estuvieron condenados por décadas a producir arroz para sus amos japoneses, aún cuando ellos mismo carecían del alimento suficiente para sobrevivir.
Primero el budismo y varios siglos después el confucianismo, esa rígida ética estamental, reglamentarista de administración del estado, conformaron su cultura dominante. Pero, justamente su estructura social resistió con tenacidad toda forma de modernización. A la invasión manchú, desde el norte, sucedió una nueva invasión japonesa que duraría hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Corea ni siquiera formaba parte del llamado Manchukuo, el estado títere creado por los japoneses en el noroeste de China. Era una simple posesión colonial japonesa y sus habitantes eran tratados como esclavos.
El siglo XX y el nacionalismo coreano
Es en esas condiciones que resurge un fuerte movimiento nacionalista coreano. El 1° de marzo de 1919, un pequeño grupo se reunió en el parque Tagpol , en Seúl, y declaró la independencia. El movimiento se extendió velozmente por todo el país y fue brutalmente reprimido por los ocupantes japoneses. Estos respondieron además con un intento de niponizar culturalmente a los coreanos, imponiendo obligatoriamente su idioma, obviamente su escritura y hasta su vestimenta.
Ya sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, el ejército soviético, entrando por el norte, desaloja a los japoneses de la península y consigue su control definitivo. Con el Ejército Rojo, entró en Corea Kim Il Sung, un antiguo dirigente guerrillero antijaponés, quien, refugiado en China, se había incorporado a las unidades guerrilleras del Partido Comunista Chino y, posteriormente, había hecho una carrera militar en el Ejército Rojo, donde había ascendido a comandante.
Mientras tanto, en el sur del país el movimiento nacionalista era liderado por Syngman Lee. Este era un hombre de una generación anterior a Kim il Sung y formado, después de su educación confuciana en Seúl, por los norteamericanos. Syngman había constituído un gobierno coreano en el exilio, ya bajo la influencia de los EE.UU. y logró establecer fluídas relaciones con el presidente Wilson y, luego, con Franklin Delano Roosevelt. Ni bien los japoneses se retiran de la península, Syngman voló a Tokio y de la mano del general Douglas Mac Arthur se instaló en Seúl. Sobre la base de su furibundo anticomunismo, se convirtió en el hombre de los norteamericanos en la región.
De hecho, los soviéticos y los norteamericanos establecieron dos claras zonas de influencia separadas por el paralelo 38°, lo que dio nacimiento a los dos estados que hoy conocemos: Corea del Norte y Corea del Sur. La solución, como toda solución establecida por un poder extranjero no satisfizo a ningún coreano, ni a los dirigidos por Kim il Sung y su Partido del Trabajo, convertido en líder de la República Popular de Corea, ni a Syngman Lee quien en 1948 se convierte en presidente de la República de Corea del Sur.
Una vez más, las aspiraciones por constituir una sola Corea habían sido abortadas por la injerencia extranjera. Pero esas aspiraciones nacionales se mantenían vivas.
La Guerra de Corea
El 25 de junio de 1950 las tropas de Kim il Sung cruzaron el paralelo 38 e iniciaron una ofensiva que casí llegó hasta la ocupación de la totalidad de la península. Philip Short, el biógrafo inglés de Mao Zedong, cuenta cómo se gestó esa decisión y los dolores de cabeza que le acarreó al Secretario General del Partido Comunista Chino.
El lider de Corea del Norte, Kim il Sung, había acudido a Pekín para comunicarle que Moscú había aprobado una iniciativa militar para reunificar la península. Stalin, tan astuto como siempre, había impuesto una condición: Kim debía obtener primero el visto bueno de Mao. «Si te pega una patada en el culo», le dijo el dirigente soviético, «no moveré ni un dedo». Ello implicaba que Mao tendría que hacer de valedor de los coreanos. Durante sus encuentros en China, Kim omitió esa parte de la conversación con Stalin”1.
A regañadientes y previa consulta con Moscú, para corroborar la versión de Kim, los chinos, que estaban preparando su invasión a Taiwan, debieron resignar esta y aceptar la propuesta coreana. El peso de los cien mil compatriotas de Kim il Sung que habían luchado en la liberación del Manchukuo pesaron como plomo en la decisión de Mao. Este nunca quedó conforme con el casi fait accompli que le impuso el dirigente coreano. Entre otras cosas, por el alivio que le significó a Chiang Kai-shek. Este ya había sido anoticiado por Truman que EE.UU. no intervendría para proteger a los nacionalistas.
Ese mismo año, George Orwell había hecho conocer su concepto de “Guerra Fría”. En Corea, había comenzado un cruentísimo enfrentamiento bélico en el que las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, divididas por aparentes motivos ideológicos, se enfrentaban a través de una guerra civil en un país periférico. Para la República Popular de Corea la guerra significó el exterminio del 15 % de su población civil, una total devastación de su territorio a consecuencia de los bombardeos norteamericanos y una casi regresión a las condiciones del reino de Goryeo en el siglo X de nuestra era. La intervención de China Popular impidió que los norteamericanos se hiciesen de la totalidad de la península y las tropas norteamericanas, amparadas equívocamente bajo la bandera de las Naciones Unidas, sufrieron un duro revés.
La situación se prolongó durante más de dos años hasta que finalizaron las hostilidades sin firmarse nunca la paz entre ambos estados coreanos.
A las tropas norteamericanas se sumaron algunas tropas latinoamericanas, principalmente de Colombia y de Puerto Rico. Fue esto último lo que lo llevó al poeta cubano Nicolás Guillén a escribir:
¿Cómo estás Puerto Rico,
tú de socio asociado en sociedad
(...)
de un empujón te hundieron en Corea,
sin que supieras por quién ibas a pelear.
En el Río de la Plata es de destacar la gran campaña llevada adelante por el jefe del Partido Nacional uruguayo, el partido Blanco, Don Luis Alberto de Herrera, contra la adhesión de su país a la Guerra de Corea, a la que el oficialismo de Luis Batlle pretendía meterlo. El gobierno de Juan Domingo Perón, en nuestro país, garantizaba la no injerencia argentina en una guerra imperial.
La construcción de una nación
La historia posterior de las dos Coreas constituye un claro ejemplo de una voluntad en construir una nación, incluso bajo las condiciones internacionales más difíciles.
Si Kim il Sung logró mantenerse independiente tanto de los designios de Moscú como de Pekín, pese a la importancia militar y económica que ese respaldo le significaba, no es menos cierto que la conducción de Seúl supo explotar para beneficio de su país la importancia geoestratégica que significaba para los EE.UU. El sucesor de Syngman Lee, Park Chung-hee logró que esa dependencia política se convirtiera en factor de desarrollo, modernización e industrialización de su país, que, hasta su llegada al poder, sobrevívía de los aportes de las agencias yanquis para el desarrollo. Con métodos cercanos a los de una dictadura militar, Park creó la prodigiosa Corea que hoy conocemos, la de Hyundai, LG, Samsung y la del nuevo cine coreano. Bajo su régimen, hubo reiterados intentos de acercamiento con la otra parte de la nación dividida, frustrados en la mayoría de los casos por la injerencia imperialista y las tensiones generadas por la Guerra Fría.
El régimen de Kim il Sung logró estabilizarse y encontró en su hijo, primero, y en su nieto, actualmente, una continuidad de criterios y objetivos. Acuñó su idea de un socialismo independiente tanto de China como de la entonces Unión Soviética, al que llamó “la idea Juche” que se ha traducido como de autoconfianza. Logró atravesar incólume, pero no sin grandes esfuerzos, la caída de la Unión Soviética y la transformación de China Popular en una gran potencia económica, sobre la base de un gran ejército, un estado permanente de amenaza de guerra y una gran unidad política de su pueblo.
Hoy, el nieto del guerrero de la Manchuria, Kim Jong-un y el presidente Moon Jae-in se han convertido en dos estadistas que están construyendo una nueva historia. Con su encuentro en el paralelo 38 han cerrado el siglo XX. Y al hacerlo han dado inicio a la construcción de una poderosa nación asiática, que, por primera vez en su historia, ha alcanzado semejante nivel de desarrollo. La integración definitiva de una Corea industrial, con una gran organización estatal, con un poderoso ejército y con capacidad nuclear modifica el mapa mundial y contribuye decisivamente a ese desplazamiento del centro del mundo que comenzó a manifestarse en el nuevo siglo XXI.
Kim Jong-un y Donald Trump, como dos jugadores fulleros, gesticularon, se insultaron, se hicieron bromas pesadas, se amenazaron recíprocamente con la hecatombe final. Seguramente ambos sabían que el final del juego sería algo parecido a esto.
Lo hemos dicho varias veces en los últimos años. La conducción política de los EE.UU. está decidida a un repliegue de sus fuerzas. Sabe que es un gigante con grandes pies de barro amenazado, ya no por el fantasma del comunismo, sino por el espectro del capital financiero, ante el que están sucumbiendo las principales economías industriales de Occidente. Es casi seguro que esto presente a nuestro continente nuevos problemas, nuevas dificultades y desafíos. Pero el nuevo mundo que se está construyendo ofrece también, si sabemos aprovecharlo creativamente, grandes oportunidades para nuestra integración continental y nuestra impostergable e imprescindible industrialización en las condiciones del gran salto civilizatorio que vive el género humano.
Buenos Aires, 28 de abril de 2018
1Mao, Philip Short, página 587 y ss. Crítica, Barcelona, 1999.

21 de abril de 2018

Hoy somos aún más débiles y sometidos



Como no podía ser de otra forma, la ola de gobiernos contrarrevolucionarios en una parte muy significativa de América Latina ha producido una muy lamentable escisión en la UNASUR, la primera institución regional que logró reunir a los países del área sin la presencia, siempre amenazante y extorsiva de los EE.UU.
La decisión anunciada ayer, aunque no hay precisiones acerca de su implementación, por parte de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de retirarse de la UNASUR significa un enorme golpe a esta organización y un retorno al protagonismo de la OEA y su lacayuna obediencia a los dictados del Departamento de Estado yanqui.
Desde nuestra perspectiva de la Unidad Continental, la decisión es manifestación de un enorme fracaso. La UNASUR fue el producto de la marea transformadora e integradora que maduró a fines del siglo XX y se desarrolló durante los primeros quince años del nuevo siglo. Un impulso, que venía de la historia y que era encarnadado por los pueblos de la región, puso en el orden del día la necesidad de reconstituir la unidad perdida después de las guerras de la Independencia. El Mercosur, que había surgido durante la hegemonía neoliberal en el continente, en los '80, se había convertido, en estos años, en un motor de la integración.
Pero, con todo lo alcanzado en estos años, prevaleció siempre un criterio ideológico por sobre las imprescindibles medidas estructurales que consolidaran y dieran carnadura y sostén a esos acuerdos de principio y objetivos que cada uno de los gobiernos de la región encarnaban. Fue casi imposible, por mezquindades regionales, por presión imperialista, por voracidad de las burguesías y oligarquías locales, avanzar sobre transformaciones estructurales -Banco del Sur, moneda propia para el intercambio comercial en la región, grandes proyectos viales, ferroviarios y fluviales que consolidasen el hinterland suramericano, creación de grandes entidades regionales que unifiquen las políticas de energía y recursos naturales, etc.- que hubieran hecho mucho más difícil esta nueva ola balcanizadora. Con solo comparar las dificultades que tiene el Reino Unido para llevar a cabo lo que fue una decisión brotada de un proceso electoral, el Brexit, y la facilidad con que estos nuevos y viejos gobiernos proimperialistas rompen esas instituciones y desmontan quince años de esfuerzos políticos, diplomáticos y económicos, se hace evidente la debilidad de nuestros logros.
El imperialismo yanqui, vuelto sobre sí mismo para reconstruir su poder económico perdido, enfrentado a una guerra comercial con China y en un ajedrez fatal con la Federación Rusa, que busca vías de salida del pantano del Medio Oriente, ante la ya evidente derrota, necesita, como es obvio, ordenar su patio trasero, Latinoamérica. Ha encontrado gobiernos mercenarios dispuestos a cumplir esa vil tarea. La cumbre de Lima dejó en evidencia esta situación. Peleles de un amo que ni siquiera vino a la cita, Mauricio Macri, Michel Temer, Juan Manuel Santos y el desconocido presidente del Perú, Martín Vizcarra, pretendieron acorralar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, los únicos que expresan y sostienen la voluntad de Patria Grande.
Lo que está en juego no es tan solo una cuestión diplomática. Estas miserables oligarquías carecen de un proyecto para el conjunto de nuestros pueblos y su idea es el desvencijado panamericanismo de la entreguerra en el siglo pasado. Walt Disney dio representación simbólica a esa política: Pepe Carioca, ese lorito simpático y charlatán pretendía representar al pueblo brasileño, los cuervos haraganes y dormilones expresaban al pueblo mexicano y un Goofy disfrazado de peón de campo saludaban alegres la llegada de Mr. Ponsomby, como Methol Ferré llamaba a los nuevos colonizadores yanquis.
Es necesario tomar en cuenta los errores cometidos para evitarlos en el nuevo ciclo integrador que, más temprano que tarde, volverá a recorrer el continente. Más Perón que Che Guevara, más ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados) que Foro de San Pablo, más Methol Ferré y Francisco que István Mészáros.
Porque hay una cosa que es insoslayable: o nuestros pueblos se unen y constituyen el gran bloque continental que llamamos Patria Grande o nuestros hijos y nietos serán ilotas, esclavos, material de descarte del mundo que hoy se está constituyendo.
Buenos Aires, 21 de abril de 2018

20 de abril de 2018

El Ombú de Lula

18 de abril de 2018

Venezuela: Una oposición entre la payasada y la intervención militar extranjera


El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, después de haber superado, a pura fuerza de política, las violentas jornadas lanzadas por la oposición, vuelve a enfrentarse a una nueva elección, esta vez por la primera magistratura del país.
En el interín, el país sigue enfrentado a una aguda crisis económico-financiera que, pese a los numerosos errores que se le puedan señalar en esa área, es el resultado del asedio imperialista, que tiene en EE.UU. y España su estado mayor. Esta crisis, si bien nunca puso en peligro las necesidades elementales de los venezolanos, a los que el Estado beneficia con distintas políticas alimentarias, ha generado un sin número de dificultades cotidianas -gran inflación, depreciación de la moneda, colas bancarias, colapso de los cajeros automáticos, carencia de circulante, mercado negro de divisas- y ha empujado al exilio a una enorme cantidad de venezolanos. Posiblemente la cifra de dos millones que da la oposición sea exagerada, pero es cierto que la presencia de emigrados venezolanos se ha hecho evidente en toda Latinoamérica, incluída la Argentina. Se trata de ciudadanos y ciudadanas jóvenes pertenecientes, en general, a la clase media y , incluso media alta, con buena formación escolar y, en muchos casos, con títulos universitarios, para quienes la vida en su país se ha vuelto insostenible y se han lanzado a la búsqueda de nuevos horizontes. Muchos de ellos prefieren no hablar de política, declaran simplemente que “la vaina allá está muy difícil” y han logrado emplearse en supermercados, restaurantes y otros servicios. Hay también una emigración definidamente “escuálida”, es decir, opositora militante al chavismo y suele estar representada por hombres y mujeres de una más holgada posición económica.
Estas dificultades económicas llevaron al gobierno venezolano a crear una cripto moneda o moneda digital, el Petro, cuyo respaldo son las riquezas en petróleo, oro, piedras preciosas y minerales que tiene el país, lo que le permitiría efectuar las importaciones necesarias para el normal funcionamiento de su economía, hoy trabada por la confiscación financiera de sus dólares en el exterior. Es decir, Venezuela está imposibilitada de operar con los dólares que percibe de sus exportaciones petroleras y, por lo tanto, con enormes dificultades para importar. En un país en el que tradicionalmente la inmensa mayoría de las mercaderías de consumo diario son importadas -recordemos el síndrome de Holanda- esta situación se torna catastrófica.
A todo esto, la oposición -una de las fuerzas políticas más torpes y crasas de América Latina- se encuentra en su permanente estado de división y con propuestas que, en muchos casos, lindan con el ridículo.
Así se ha creado un llamado “Tribunal Supremo de Justicia Legítima”, integrado por sedicentes juristas de prestigio, y que, desde Bogotá, pretende fungir como una especie de Corte Suprema en el exilio. Esta verdadera “corte de los milagros” ha lanzado, vía Twitter, una serie de acusaciones contra el presidente Maduro, amenazando con realizarle un juicio político y destituirlo.
Y para reafirmar su voluntad jurisdiccional, la “corte” envía el siguiente tweet al presidente Nicolás Maduro, pretendiendo darle carácter de notificación oficial:


Como se ve, el patetismo infantil de esta “corte” no puede ser mayor. Estos payasos, en una, reunión relámpago y en obvia ausencia del “acusado” y de su representante legal, decidieron el “inmediato” encarcelamiento de Maduro y dejan que la Asamblea Nacional, aquella que ganó la oposición y fue inhabilitada por desacato, se “pronuncie” sobre este “dictamen”, emitido en Colombia1.
Los sectores ultras de la oposición -conducidos por Antonio Ledezma, el fugado de la prisión domiciliaria y autodenominado “presidente de la transición”, el anciano Diego Arría y la señora María Corina Machado, una “niña bien” egresada de ingeniera en la Universidad Católica- agrupados en “Soy Venezuela”, ponen al otro partido Un Nuevo Tiempo, que, con Omar Barbosa, conduce el parlamento desacatado, en la situación de darle entidad a esas decisiones ridículas, violando la Constitución y el sentido común.
Como dice la agencia Misión Verdad:Declarar la remoción del cargo del Presidente y “ordenar” su encarcelamiento por un “juicio” realizado en el extranjero por “magistrados” sin facultades, pasaría a la historia de la República como un adefesio con el que pocos quieren lidiar y que además puede devenir en responsabilidades penales para los parlamentarios ejecutores”.
Mientras tanto, el ex suboficial del Ejército y antiguo miembro del Movimiento V República, creado por Hugo Chávez al principio de su gestión, Henri Falcón, continúa su campaña presidencial, para enfrentar a Nicolás Maduro y el PSUV, en las elecciones de este año. La posibilidad de ocupar espacios políticos en los distintos estados es su principal motor, ante un eventual desgaste del PSUV y de Maduro. Sus miembros en el parlamento también se encuentran tensionados entre las posibilidades electorales y ceder a las pretensiones de los dirigentes que actúan desde el extranjero, con payasadas como la que hemos comentado, o, directamente, con amenazas de intervención yanqui.
Es sobre la base de esta “corte” de pacotilla que los gobiernos de Santos y Macri expresaron sus denuncias contra el gobierno venezolano en la última Cumbre de Lima.
El principal peligro que amenazaría la continuidad del gobierno de Maduro es sólo la intervención militar extranjera. Sobre ella se montan todas las expectativas y provocaciones de la oposición, la que intenta, por todos los medios, de convencerse a sí mismos de su inminencia.
Las Fuerzas Armadas Bolivarianas, el principal reaseguro del chavismo junto con una cada vez mayor organización popular, se han mantenido unidas y firmes en su apoyo al gobierno popular. Pese a sus amenazas y bravuconadas, EE.UU. no está en condiciones políticas de meterse en el lodazal que significaría una intervención militar en Venezuela, con excelentes relaciones diplomáticas y comerciales tanto con Rusia como con China. Y una intervención colombiana, fogoneada por la presencia militar norteamericana en el país, tampoco parece un mecanismo viable.
Con enormes dificultades económicas, con un asedio asfixiante del imperialismo y el capital financiero, el laberinto venezolano parecería resolverse, una vez más, saliendo por arriba, por la política.
Buenos Aires, 16 de abril de 2018

Nota publicada en http://muchomasquedos.com.ar/